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XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

1.Invocación al Espíritu Santo.

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“Espíritu Santo, Espíritu de Dios.

Abre mi corazón a tu Palabra,

Ayúdame a guiar mi vida

Con las enseñanzas de Jesús.

Llena mi corazón,

Mis pensamientos y mis manos,

Para que toda mi vida

Siga el ejemplo de Jesús.

Me pongo en tus manos,

Espíritu de Dios,

Para vivir

A la luz del Verbo Divino.

Amén.”

 

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Lecturas: Isaías 55, 6-9 / Sal 24,4bc-5.6-7.8-9 /  Filipenses 1,20c-24.27a

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Lectura del santo evangelio según san Mateo 21,28-32


En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»


Palabra del Señor

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Reflexión

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 “El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.” (Sal 24, 8-9) recita el salmo de este domingo la línea que quisiera que reconozcamos y de ella podamos extraer el mensaje para nuestras vidas. El profeta Ezequiel que el hecho de morir no es simplemente por el querer de Dios, el morir es causa de nuestra maldad, es nuestro proceder el que ha fallado y no el de Dios;  hoy muchos podrán culpar a  Dios de la realidad que afrontamos como humanidad: muertos por montón a causa de la pandemia, violencia en nuestro país por parte del gobierno y por parte de los ciudadanos, dictaduras en otros lugares que causan pobreza y experimentar la miseria a sus ciudadanos; todas estas causas pueden hacer pensar que Dios es injusto con su pueblo, más el profeta nos recuerda ello es consecuencia de las decisiones que tomamos, es consecuencia de olvidarnos de lo que verdaderamente ha de tener peso en nuestra mente y corazón. No todo está perdido. El salmo, desde los versículos que hemos tomado al inicio y el mismo profeta nos resaltan la oportunidad de cambiar de prioridades, de mirar nuevos horizontes; podemos seguir mirando la realidad como un hecho de dolor, que lo es, pero que ha de suscitar en todos el pensar la manera en como estamos haciendo las cosas, que elecciones estoy tomando y que influyen en la sociedad, todos tenemos parte de nuestra historia y todos podemos influir en cambiarla.

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Un hecho por el cual las actuaciones que elegimos no solo como miembros de una sociedad, sino también y con mayor como miembros de esta comunidad del seminario, será lo que el apóstol nos describe en su carta: la rivalidad, la búsqueda de los intereses propios, la falta de humildad y de amor; todas estas situaciones son producto que nuestro corazón esta corroído, endurecido, no permitiendo la experiencia profunda de Dios que se manifiesta en la vida misma del seminario y desde esta casa se proyectará a la sociedad. Nosotros como discípulos del Señor, como discípulos en camino de configuración, tenemos una medida a llegar, la medida de Jesús. Aspiramos a llegar a transparentar su vida, el apóstol nos lo recuerda con especial énfasis. ¿Cómo vamos a alcanzar la misericordia de Dios? Todos nosotros es bueno que nos planteemos esta pregunta, no es secreto que en medio de nuestra comunidad hay rivalidades, hay deseos de aparecer, criticamos y destruimos al que llamamos hermano con nuestras palabras y acciones, la solución a todo estos es que a imagen de Jesús tengamos la capacidad de abajarnos, de ser humildes, tal y como lo dice la carta a los Filipenses tener a los demás como superiores a uno mismo (2, 3c). Ciertamente es una medida que podemos pensar que como idealista, como para gente que no esta sus cabales, porque es el hecho de ser el último, ser considerarme menos (no me refiero a complejo de inferioridad); tal vez desde la condición de abajamiento podemos ayudar de una mejor manera a la obra redentora de Cristo, Él mismo lo hizo desde esta condición.

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“Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo” (Flp 2, 5) no sentimientos parecidos, no sentimientos diferentes: los mismo sentimientos de Cristo; todos los días hemos entonces de revisar cómo voy adquiriendo esta medida, como discípulo de Él que está en camino de configurarse con su vida. En un primer momento podemos pensar que es algo irrealizable y aplazarlo, lo importante es que en el corazón este el deseo por amarle, ello causará que todo nuestro ser se disponga a este camino, poco a poco iremos configurándonos con Él, pero si el deseo está en el corazón; sino por más que digamos que sí estando en esta escuela de Jesús, si no lo deseo de corazón, pasará como en el evangelio, nunca hará realidad la voluntad del Padre en la vida propia.

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Pidamos que nuestra madre, nos ayude en este camino y podamos alcanzar la misericordia del Padre ya que imitamos y nos configuramos con la persona de Jesús su Hijo.

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Sem. Estiven Gaviria Taborda 

II año de la etapa configuradora.

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Para la meditación personal:

 

MEDITACIÓN:​

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  • ¿Qué hechos concretos en mi vida evidencian que esta el deseo por alcanzar la misericordia de Dios?

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  • En medio de la vida del seminario ¿Considero a los otros por superiores a mí? ¿Soy un servidor?

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  • ¿Qué retos me deja hoy este banquete de la palabra para mi vida de proceso de discernimiento en medio de la comunidad?

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Oración final:

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Gracias, Señor, por tu Palabra que hemos escuchado. Ayúdanos a comprender cuál es la respuesta adecuada a lo que Tú hablas dentro de nosotros.

Señor, da siempre tu Palabra cotidiana. Ella es como el pan: sacia y a la vez provoca más hambre de Ti. Ella es como el agua: riega, refresca, fecunda, limpia.

Ella es como la Luz: ahuyenta las tinieblas del error y del pecado, e ilumina los ojos del alma para ver mejor nuestra vida. Ella es como una voz misteriosa y penetrante: cuestiona y responde, alegra y fortalece. Ella es como espada de doble filo: penetra en el íntimo del ser, hiere y sana, angustia y libera, inquieta y trae paz.

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