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XIX Domingo del Tiempo Ordinario

1.Invocación al Espíritu Santo.

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Visítame con tu Presencia densa y ligera, sacúdeme con tu azote semejante a una caricia, atráeme, con el imán de tu Amor, hacia la puerta estrecha por donde se entra al Reino inmenso e inefable del Amor de nuestro Padre Dios.

Haz espacio en mí, para que resuene, como un eco, en el paisaje de mi cuerpo y de mi alma, la Palabra de Jesús, la única Palabra con poder de salvar.

Visítame, Señor y Dador de Vida, para que pueda ser yo cauce de tu Vida en abundancia. Amen.

 

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Lecturas: Reyes 19,9a.11-13a / Salmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14/ Romanos 9,1-5.

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,22-33.


Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.»
Él le dijo: «Ven.»
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame.»
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él, diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios.»â€‹


Palabra del Señor

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Reflexión

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Pasos de confianza en mí.

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En la liturgia para este domingo, lo primero que encontramos es un Jesús con una necesidad grande de oración y meditación y manda a los discípulos que se adelanten, pues, Él necesita subir al monte a orar. Jesús seguramente había tenido movimientos internos, emocionales muy fuertes. Acaba de alimentar impactando en la vida a mas de cinco mil hombres y como si fuera poco recibe la noticia de que su primo Juan ha sido asesinado. Aquí Jesús nos da una primera gran lesión y es la importancia de centrar y reconocer nuestras emociones antes de emprender otro quehacer. Jesús sube a la montaña en encuentro consigo mismo y su gran claridad: El Padre. Se piensa, se analiza, se planea, todo lo que está sintiendo y viviendo al reconocerlo; lo ofrece al Padre con la seguridad de que en su limitación humana la gran claridad acontece y provee. Que importante es preguntarnos aquí por lo que sentimos y lo que algunas circunstancias de la vida nos permiten experimentar. 

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Después de que Jesús baja de la montaña ya no hay nada que lo estremezca. En palabras del Papa Francisco: “Ya no existe aquello que le robe la paz y la alegría”. Ya ha reconocido sus miedos y limitaciones y las ha puesto en el Padre en quien confía. Por eso Jesús llega empoderado, caminando sobre lo que parece imposible, las fuerzas del viento y el agua no lo derriban ya que la firmeza de sus pasos se las da el conocerse y saber enfrentar sus inseguridades y miedos.

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En otro momento vemos a Pedro, primario como muchas veces en la buena noticia, que no le pasa igual, al dar pasos sobre el agua Pedro se encuentra con los miedos y debilidades que no ha querido mirar y al no saber afrontarlos permite que ellos se vuelvan más grandes que la misma confianza y amor por quien lo llama (Jesús). Pedro queda estático al ponerse de frente a los miedos que lo golpean y se hunde dejándose devorar. Cuando ya está hasta el cuello, en su desespero grita: ¡Jesús sálvame! Es el mismo grito del ciego Bartímeo cuando miró a Jesús sin ver y con todas sus fuerzas lo empezó a llamar. Y Jesús que conoce la voz de sus ovejas acude a salvarlos.

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Al Jesús llegar con Pedro a la barca, todas las fuerzas ceden, es posible continuar el camino, la oscuridad de la noche se convierte en la aurora de la mañana. En este día Jesús le ha dado una mano a Pedro para salvarlo y curar sus miedos y lo ha llevado a tierra firme para que pueda continuar con su proyecto.

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Hoy te recuerdo que, a ti, Jesús se te da a diario, especialmente en la Santa Eucaristía, pero no te ofrece solo su mano, sino que se da en cuerpo y sangre, para que cuando lo tomes, como Pedro tomó su santa y venerable mano, le grites con esa voz de confianza como a quien sabes que inmediatamente acude y llega a ti, como a quien te puede llevar siempre a tierra firme y ser luz, como a quien te enseña que venciendo tus miedos al conocerte puedes continuar tu camino con pies firmes sobre una historia que se construye desde el acontecer salvífico del maestro: Jesús.

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Sem. Marco Antonio Gomez Tamayo

III Etapa discipular.

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Para la meditación personal:

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2. ¿Qué dice el texto? Leer. Mt 14,-22-33

Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

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·  Identifícate con los sentimientos de Jesús cuando se entera de la muerte de Juan el Bautista. ¿Qué piensa en ese momento? ¿Cuál es el contenido de su oración? Crea tú una oración que tú pienses que puede haber hecho Jesús.

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· Imagínate en el bote con los discípulos y escucha lo que dicen mientras transcurre la tormenta.

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·  ¡Escúchalos cuando observan la figura que camina sobre las aguas!

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·  Advierte como la confianza de Pedro cae cuando cambia su foco desde Jesús hacia él mismo. Reflexiona sobre tu propia vida y saca alguna conclusión.

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Te invito a que después de realizar estos pasos termines tu oración en meditación uniéndote al Salmo 27.

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Oración final:

Señor Jesús, a veces estamos llenos de entusiasmo y olvidamos que eres tú la fuente de nuestro gozo. En los momentos de tristeza no te buscamos o queremos que intervengas milagrosamente. Ahora sabemos que no nos abandonas nunca, que no debemos tener miedo. La oración es también nuestra fuerza. Aumenta nuestra fe, estamos dispuestos a arriesgar nuestra vida por tu Reino.

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