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XVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Invocación al Espíritu Santo.

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Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor

 

Envía tu Espíritu Creador
y renueva la faz de la tierra.

Oh Dios,
que has iluminado los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.

Por Cristo nuestro Señor.

Amén.

 

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Lecturas: Isaías 55,1-3 / Salmo 144, 8-9. 15-16. 17-18 / Romanos 8,35.37-39 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 14,13-21.


En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan Bautista se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto.
Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.
Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida».
Jesús les replicó:
«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».
Ellos le replicaron:
«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».
Les dijo:
«Traédmelos».
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.


Palabra del Señor

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Reflexión

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En el Evangelio de Mateo se nos presenta un Jesús humano, capaz de sentir desde sus entrañas el dolor y las necesidades de su pueblo, especialmente el del alimento que da vitalidad al hombre, en este caso tendríamos que hablar de dos tipos de alimentos; el primero es el alimento cotidiano de cada día que es conseguido por el arduo trabajo del hombre y que solo alcanza para calmar sus fatigas y cansancios, en cambio el segundo alimento es el cuerpo de Cristo, porque en Él se renueva la vitalidad del hombre creyente, ya que es la plenitud del banquete celestial cumbre del amor, cuerpo y sangre dado a nosotros. Él es el pan partido y compartido, por eso hoy día del Señor, hacemos memoria del banquete Eucarístico; no es éste solo un ritual o un simple símbolo que representa, es más que eso, es la viva presencia de comunión con el que nos ha amado hasta el extremo sin condiciones, es la claridad de la edificación del reino  de Dios en medio de nosotros, es la acción de gracias que nos une en amor al Padre y al Hijo por los dones recibidos de cada día.

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También es de apreciar como el evangelista pone de manifiesto el ser de Jesús, es decir nos muestra el lado más humano del Maestro, dicho con otras palabras Jesús se conmueve por aquellos que lo rodean en ese momento, por tal razón no los despacha como si fueran desconocidos; antes al contrario  los manda a que se sienten y con apenas cinco panes y dos peces alimenta a los que están con él. Pero no nos podemos olvidar que Jesús todo lo hace en comunión con el Padre por medio de la oración, porque  sin oración la obra del reino no fermenta, ella, es el fundamento para que todo germine en la vivencia espiritual del discípulo creyente, en este caso los doce que serán los que llevaran por medio de la fuerza del Espíritu Santo de invitación a muchos al banquete de bodas siendo testigos del amor de Cristo que se comparte y que siempre alcanza para todos. Doce canastos fueron las sobras, doce son las tribus de Israel y doce son los apóstoles de Jesús, porque por medio de ellos el Señor alimentara a su pueblo con el banquete de la palabra y de la eucaristía, por medio de ellos reunirá a muchos a que presencien  lo que no se ve con los ojos sino desde la mirada de la fe. Abramos pues las puertas de nuestro corazón a Jesús y permitamos que el haga de nosotros ofrenda que calme el hambre de felicidad, paz, misericordia y amor de este mundo.

Que nuestra santísima virgen María nos enseñe siempre a saber deleitarnos de los manjares celestiales y a ser hombres de corazones vivientes que se desgatan por recibir y ser alimento de vida eterna.

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Sem. Carlos Mario Orrego Garcia

III Etapa discipular.

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Para la meditación personal:

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  1. Dispongámonos para entrar en el encuentro con la palabra del Señor por medio de las lecturas de este día, Isaías 55,1-3 / Salmo 144, 8-9. 15-16. 17-18 / Romanos 8,35.37-39 / Evangelio de Mateo 14, 13-21.

 

 2. En un momento de silencio medita sobre lo que la palabra ha interpelado en tu ser interior y pregúntate lo siguiente:

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  • ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención, de los textos del día y especialmente del Evangelio de Mateo?

  • ¿Qué otros gestos puedes encontrar en los Evangelios sobre Jesús?

  • ¿Crees en un Padre providente y que significa providencia para ti?

  • ¿Qué te dice el texto frente a la multiplicación de los panes para tu vida discipular?

 

 3. Medite y ore con el salmo 78(77), 23-28

 

Oración final:

Oh Dios, que en la compasión de tu Hijo con nosotros, manifiesta tu bondad paterna, haz que el pan multiplicado de tu providencia sea partido en la caridad, y la comunión con el alimento bajado del cielo nos abra al diálogo y al servicio de los hermanos. Por Cristo nuestro Señor

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